El aceite de clavo es una materia activa fitosanitaria que contiene una molécula llamada eugenol que figura en el anexo IV del reglamento 839/2008 y como tal, es una sustancia a la que no se le exige LMR (límite máximo de residuo). Según la agencia europea de seguridad alimentaria (EFSA), las sustancias a las que no se le exige LMR son aquellas que no suponen un peligro para la salud del consumidor.
Nota importante: Que una sustancia esté exenta de LMR no quiere decir que uno se la pueda beber como si fuera un refresco, sino que la cantidad de sustancia que puede permanecer «pegada» a la piel de la fruta, resulta inocua para el consumidor.
Y os preguntaréis, ¿para qué diantres sirve el aceite de clavo (eugenol)? Pues bien, el eugenol se emplea como fungicida en determinadas frutas. En España, sin ir más lejos, según la base de datos Homologa se puede emplear en cítricos, melocotones, nectarinas, peras, etc. Existen al menos tres productos comerciales que contienen eugenol.
Hasta aquí la biografía del eugenol suena parecido a la de cualquier otro activo. Sin embargo, si al eugenol le modificamos ligeramente su estructura, todo cambia. Añadiéndole un radical metil (sustituyendo un hidrógeno por un radical metil que es un carbono con dos hidrógenos), obtenemos el metil-eugenol. Pues bien, el metil-eugenol, no se emplea como fungicida, no está exento de LMR y de hecho es cancerígeno y mutagénico según un informe publicado por la EFSA en 2017.

En algunos países, el metil eugenol se usa en plantaciones como atrayente en dosificadores a los que van acoplados unas trampas de pegamento. De esta forma, el macho de la mosca de la fruta (Bactrocera dorsalis) se siente atraído y queda pegado a la trampa, evitando así, que la mosca de la fruta pueda reproducirse. En estos casos el metil-eugenol no se aplica directamente a la fruta sino que está confinado en el dosificador. Por ese motivo, la fruta nunca debería tener residuo de metil-eugenol.
Este ejemplo ilustra la delgada línea que existe entre el eugenol y el metil-eugenol. El primero es un fungicida (mata hongos) que se puede aplicar directamente a la fruta. El segundo, no se aplica directamente a la fruta si no que se usa como atrayente-trampa (atrae insectos).
Conclusión: Tres átomos lo cambian todo. Para un profano en química/toxicología las estructuras representadas en la ilustración podrían parecer casi lo mismo. Sin embargo, no lo son. Para nada. Tienen usos distintos, comportamientos toxicológicos distintos y por supuesto LMRs distintos.
Por ello, antes de usar sustancias químicas para proteger cultivos / alimentos, cerciórate de que lo estás haciendo bien, infórmate y consulta. Más vale prevenir que curar…
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